INTRODUCCIÓN
Cuando se pone uno a husmear dentro de la
fenomenología relacionada con el hombre y su medio, siempre aparecen elementos
tentadores que invitan a profundizar un poco más dentro de su contexto que,
aparentemente elemental, ampara un sinfín de sorpresas que por desconocidas u
olvidadas, no dejan de ser, en muchos casos, interesantes.
Esto nos lleva a la consideración de una serie de términos que
ayer fueron corrientes dentro del vestir popular, y que, hoy, por razones
ajenas a su naturaleza, han dejado de aparecer en el mercado y vocablo
habitual.
Por ello, y basándonos en las personas que cada vez con más
afán buscan la verdad de "sus cosas", nos vamos a aventurar a hacer unas consideraciones sobre
prendas de vestir pasadas, que hoy son desconocidas, pero que en muchos casos
forman parte del vocabulario habitual del vestir regional.
Por ejemplo, las prendas: chambra, jubón, justillo, armilla y
sayuelo, forman una sarta de palabras que, aunque conocidas no dejan de ser, en
muchos casos, de dudosa aplicación. Todas ellas son prendas femeninas para
cubrir la parte superior del cuerpo, aunque entre ellas el jubón, sólo a partir
del siglo XVI empieza a oírse como prenda también femenina, porque hasta esa
fecha era patrimonio exclusivo del hombre; aquél estaba confeccionado, según se
desprende de otros textos, de: ordellate., estameña, fustán, chamelote O
camelote, damasco, terciopelo y brocado, entre otros. Posteriormente se empieza
a utilizar por la mujer, aunque sigue siendo la prenda ajustada al cuerpo, de
hombres hasta la cintura, que se pone encima de la camisa. En Burgos capital y
en algunos pueblos cercanos, a finales del siglo XVIII se utilizaba la estopa,
la estameña de Toledo, el cambrai, el lienzo, el cotón, la semrpirterna, el
terciopelo, y en casos de economías más simples, el buriel leonado.. Este jubón
podía ser muy escotado o más cerrado; en el primer caso era preciso .poner
entre la camisa y el jubón, el justillo, que utilizaba las mismas telas que el
jubón, y consistía en una especie de faja que rodeaba el busto y por delante se
abrochaba con cordones.
Se
adornaban, las que lo hacían, con toda suerte de fornituras de la época:
botones, abalorios, galones y pasamanería. Qué duda cabe que en la ciudad se
utilizaban más adornos y tejas más ricas que en el campo, siempre que las
pragmáticas lo autorizaran, como veremos más adelante.
Otra prenda habitual era la chambra, prenda que aparece en el
siglo XIX y que no es ni más ni menos que una especie de blusa que se ponía
sobre la camisa e iba muy cerrada y muy ceñida al busto y cintura, dejando un
pequeño volante en la cadera. Esta prenda se ha visto intentada reproducir en la
actualidad, pero, casi siempre, sin éxito, debido a la enorme dificultad del
corte de la prenda. Se confeccionaba con sedas o algodones brocados y de
colores muy diversos, desde el rojo al negro, pasando por el verde, azul,
malva, etc., e iban adornados con bordados, blondas, encajes e incluso
abalorios. El color que más frecuentemente aparece en prendas conservadas es el
negro, toda vez que el luto imponía este color, y una vez terminado se guardaba
en el arcón, y es la prenda que más ha subsistido por esta razón.
La armilla o almilla era una especie de jubón sin mangas que en
Burgos se ha conservado con profusión en Castrillo de la Reina, siendo además,
en casi todos los casos, de cotón rojo adamascado o de escarlatín, bordados con
hilo negro, verde, y amarillo, y cerrada con cordones.
En los inventarios de las testamentarías inscritos en los
protocolos notariales de Burgos y pueblos adyacentes, de la segunda mitad del
siglo XVIII, se anotan las armillas confeccionadas con paños de buriel, de,
sayal y de paño de Segovia, siendo los colores el negro y el pardo leonado, y
sus precios iban desde los 4 a los 8 reales.
El sayuelo era otra prenda que cubría el cuerpo y llegaba hasta
las caderas, apareciendo en el siglo XVI y XVII con mangas acuchilladas, es
decir, abiertas, dando vista a las mangas de la camisa de lino. La seda y el
cotón eran las telas más frecuentemente usadas. Lope de Vega, en su
"BURGALESA DE LERMA", la describe con un "sayuelo de seda".
Las sayas encimeras o manteos, en otros lugares así llamadas
las hoy denominadas faldas, aparecen en estos protocolos confeccionadas con
estameña, delgadillo, pardilla, sayal y paño de carro; éste se llamaba así por
ser vendido con profusión en una tienda burgalesa del siglo XVIII muy famosa,
que tenía un carro de oro en la portada. Llevaban ribetes de color y ya sin
prohibiciones ni condicionantes, colmo, por ejemplo, las que se marcaron en el
siglo XVI en la pragmática de Burgos de 1515, que intentó contener el empleo
excesivo de tiras y fajas, prohibiendo que las mujeres llevasen guarniciones de
seda, brocado, oro y plata, "salvo que puedan traer una tira de seda de
anchura de fasta una ochava y no más, assí en las ropas de seda como en las de
paño, en los ruedos de las faldas y por las costuras de los lados e por la
delantera e trasera de dichas ropas". A continuación dice: "Que las
mujeres de menestrales y labradores no puedan traer sino sayuelo o gonete de
seda y un ribete en las sayas y manteos que traxeren de paño."
Más tarde, las Cortes de Valladolid en 1527, establecieron:
"Que las mujeres en las sayas no pudiesen traer fajas más anchas de 4
dedos y de ellas pudiesen traer hasta 8 por saya de arriba a abajo" .
Y siguiendo con la pragmática burgalesa promulgada en el
reinado de Felipe "El Hermoso", cuenta el chambelán del rey, Sr. de
Montigny, que la Reina no había tenido más remedio que tomar estas decisiones,
ya que los gentiles hombres del reino dilapidaban sus haciendas para comprar
telas de seda, "y en cuanto a lo que había ordenado, que las mujeres no
llevaren telas de seda si sus maridos no tenían caballo en el establo, cada
mujer se. esforzaba en hacer tener a su marido un caballo, a fin de llevar
telas de seda".
Posteriormente, en el reinado de Carlos V, da la impresión de
que esto desaparece, pero no fue así para los labradores, porque aun cuando las
prohibiciones se derogaron y aparecieron las concesiones en el empleo de seda y
telas de oro y plata, afectaban por igual a todas las personas de
"cualquier calidad o preeminencia o dignidad que fueren, excepto a las
personas reales". Es decir, nobles y burgueses tenían los mismos derechos
en el vestir y en la elección de telas y vestidos; pero estas .concesiones no
afectaban a artesanos, menestrales y labradores y, por lo tanto, la situación
continuaba.
La ley no hacía distinciones entre labradores y artesanos, pero
en la realidad existieron grandes diferencias entre ellos, ya que los
artesanos, debido a su arte, podían enriquecerse con su trabajo y, por lo
tanto, imitar en lo posible a la nobleza, saltándose por alto las pragmáticas
existentes. Sastres, calceteros y jubeteros (los que hacían los coletos de
cotas de malla para soldados) llegaron a provocar a los procuradores de la
ciudad de Valladolid, ya que en 1544 se les acusaba de haber "inventado
muchas maneras de guarniciones que costaban más las hechuras que las sedas, por
lo que muchos oficiales se. enriquecieron y ellos y sus mujeres gastaban en
vestido cuanto alcanzaban, y querían andar más bien vestidos que los caballeros
y sus mujeres".
Torquemada, en 1553, escribía: "Y en lo que a mí me toma
gana de reír es de ver que los oficiales y los hombres comunes andan tan aderezados
y puestos en orden, que no se diferencian en el hábito de los caballeros y los
poderosos".
Pero para las labradoras continuaban las prohibiciones, que
fueron desapareciendo poco a poco.
Con la decadencia del siglo XVII y ya a finales del XVIII van a
simplificarse más y más los vestidos, toda vez que la gran pujanza de la ciudad
de Burgos, que llegó a tener 25.000 habitantes en el siglo XVI y acogía a una
burguesía comercial que daba la espalda al campo, se vio influenciada por la
decadencia que durará hasta el siglo XVIII, en donde ya nos encontramos con una
provincia más campesina que burguesa, y que en la capital burgalesa incluso, al
carecer de productos indispensables, la ciudad mira hacia el campo que le rodea
y se va transformando en un núcleo con barrios extramuros que van perdiendo
poco a poco su característica urbana para transformarse en un pequeño cinturón
de aldeas campesinas.
A pesar de ello, la burguesía da el toque de elegancia a la
ciudad, haciendo aparecer en los inventarios prendas confeccionadas con paños
más ricos que en la provincia.
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Foto cedida por Manuel Santillana Viscarri |
Las prendas que aparecen con mayor profusión en estos
inventarios son las siguientes:
PARA LOS HOMBRES:
Las capas con precios desde 27 a 100 reales. Las de buriel son
de 42 reales. Las de. paño, de 27, y las de pardilla, de 28.
Los capotes de pardilla de 24 reales; de estameña, 12 reales, y
los de pastor, 8.
Las monteras desde 8 reales las de buriel, llegando algunas
hasta 21 reales.
Las anguarinas: de sayal, 26 reales, y de buriel, 27.
Las camisas, siempre de lino, se marcan a 8 reales; una de
chico, de estopa, se señala a 10 reales., extrañamente más cara siendo su
calidad inferior. Recordemos que en el proceso de obtención del lino, del
rastrillo va saliendo primero el hilo más ordinario, llamado alrota, después
sale la estopa y, por último, el lino. Burgos era la primera provincia de
producción de lino.
Los zapatos se marcaban a 3 reales, las polainas a 4, y los
peales a 3 reales.
PARA LAS MUJERES:
Las "saias" tenían precios muy dispares: las bajeras
de sayal, 16 reales; 27 si son de paño; 36 reales si son de pardilla, y si son
"rimeras" (encimeras), 33 reales; de estameña, 44; de paño, 34
reales, y de musco, 66 reales.
El precio medio de un delantal era de 20 reales, de paño o de sayal;
de terciopelo, 20 reales; de pardilla, 7; de sempiterna, 10 reales.
Los jubones, 9 reales si son de estameña; de pardilla, 13
reales; de cambrai, 12, y de Toledo, 22 reales.
Los sayuelos, de 10 a 22 reales.
Las camisas de mujer, también de lino, 11 reales. La diferencia
con las de hombre es que van más trabajadas en borde de cuello y puños.
Las mantillas, desde 10 reales las de buriel; las de pardilla,
a 20 rea.les.
Los rebozos, de, 3 a 13 reales.
Las medias, 7 reales; justillos, 16 reales; las tocas con
cofia, 25 reales.
Los colores más utilizados aparte del negro, condicionante del
luto, eran el azul, el verde, el encarnado, el leonado, el rojo y el pardo.
Por lo tanto, podemos resumir que en la mujer las prendas más
usadas eran las sayas, que podían ser de cuatro clases: la normal, la encimera
(la más cara y más resistente), la bajera y la saya de cuerpo y ruedo. El
jubón, que podía ser de tela fuerte para diario, y de cambrai, seda o Toledo
para los días de fiesta. El delantal: prenda complementaria, pero
imprescindible que defendía las sayas. Las almillas o armillas, las camisas de
lino y las mantillas.
Complementaban esto, con los rebozos (Lope de Vega en su
Burgalesa de Lerma le pone un rebozo de argentería). Las cofias, los tocados,
las tocas, y para abrigo llevan el manto que si era de paño costaba 31 reales y
si era de tela de Segovia 110 reales. No aparecen en estos inventarios las
pelerinas, que aparecen a finales del siglO XIX.
Para el hombre.. se puede decir que se identifica más que nada
con el sayal. La prenda más utilizada era la anguarina y el capote o la capa.
Hay que reconocer que estas prendas son producto de un clima que exige la
protección del frío, viento y lluvia. Se complementaba con la montera, que ya
Gaspar Melchor de Jovellanos, al pasar por Buniel a principios del siglo XIX la
detecta, pero ya anuncia su tendencia a desaparecer .
Las camisas, que en el siglo XVIII aparecen con grandes
cuellos, que vienen de Flandes y que se llamaron valones, fueron dando paso al
cuello pequeño que perduró hasta nuestros días.
Una prenda que aparece curiosamente son los pares de mangas,
que se supone se utilizarían para ahorrarse una camisa.
Llevaban también los sayuelos, que llegaban hasta los muslos y
que se abrochaban por la espalda. Aparecen los cintos con cartera, los
calzones, medias, polainas y peajes, y para los pies, la prenda que aparece con
más profusión es la abarca.
Y como nota curiosa de un inventario de 1795, vemos prendas con
una denominación en la que aparece una influencia francesa manifiesta: las
enaguas, el rodapiés, la cotilla de seda, y :hasta un "desabillé".
También queremos recordar la toca de Buniel, que describió
perfectamente Gaspar Melchor de Jovellanos y en la que se mencionaba una tela
fina y delgada que se llamaba beatilla y que era tan popular, que quiero
recoger unos versos aludiendo precisamente a este tejido:
"Traen un velo delgadito como un pelo
que cabrá en media castaña que parece, juro al cielo, de tela de telaraña."
Sobre la manera de ir colocada la beatilla, en 1553 Torquemada
lo criticó, y al censurar las galas femeninas decía: "Así Dios me salve,
que en pensarlo aborrezco sus trajes, sus lados huecos, sus cabellos
encrespados..., sus beatillas y trapillos por desdén echados tras las orejas,
con que piensan que parecen más hermosas."
Y para terminar, creemos sería interesante, a mi juicio, que
bebiendo en las mismas fuentes de los inventarios de los protocolos notariales
del final del siglo XVIII, nos detuviéramos unos instantes en las joyas
personales que completaban el vestuario de las mujeres de nuestra provincia.
Hay que reconocer que de la poquísima referencia pictórica que
de los que fueron tenemos, siempre aparece una coincidencia, que consiste en la
sobriedad del vestido en contraste con la generosidad de los aderezos que
aparecen con plata y piedras rosadas o rojas. No olvidemos a nuestra
"gigantilla" que se la diseñó y llegó hasta nuestros días con collar
y pendientes rojos.
¿Cuál pudiera ser la razón?
Al revisar los citados inventarios se ve con claridad, en
relación con las alhajas, que el CORAL es el rey, con un 65% de incidencia en
las familias que poseen alhajas de "base".
Curiosamente donde más aparecen es en la zona de Juarros, que
es de donde procede una litografía del siglo XIX, en la que figura una
labradora de San Millán de Juarros, que ha servido como modelo para describir a
la burgalesa de fiesta en las conclusiones del I Simposium del Traje Regional
Burgalés de 1982. En la citada litografía se observa un aderezo profusamente
lleno de corales.
Es posible que el coral en esa época fuese la alhaja más al
alcance de todos, y por ello, más profusamente utilizada.
El coral se medía al peso en onzas, utilizándose en un aderezo
unas veintisiete onzas, o si se medía por corales, de 50 a 68 unidades.
También se puede recoger en las cartas de dote, de nuestra
provincia, que el 75 %,de la gente poseía corales.
La segunda alhaja en importancia es la plata, relacionando
frecuentemente "joeles de plata" que constituyen un 35% del total;
por esta razón los aderezos del siglo XVIII y posteriores, ya que éstos
perduran más que la ropa, eran casi en su totalidad de coral y plata.
Los azabaches se usaron complementando a los anteriores con más
profusión en el siglo XIX y XX, y junto con los abalorios negros de decoración
del vestuario, hicieron que los adornos negros conjugaran con el coral y la
plata los verbos adornar y decorar, modelando la forma del vestir popular, que
ha servido para componer los trajes que llamamos regionales, recuperando, en su
esfera, las raíces medio perdidas o emborronadas, de nuestro ayer etnográfico y
popular.
Como
bien dice en su libro José María González Marrón “INDUMENTARIA BURGALESA Y FESTERA” publicado en el año 1989 la provincia de Burgos no es precisamente una
de las que más se ha preocupado por identificarse y valorar su forma de vestir. Las gentes, de por si, siempre han vestido de acuerdo con lo que hasta ese momento "había que ponerse", y salvo variantes manifiestas en localidades o regiones, la revolución en el vestir fue lenta y tradicional, y se puede decir, sin equivoacarse,
que el pueblo, ha mantenido las mismas prendas durante mas de siglo y medio,
incluso con sus denominaciones, jubón, manteo, pelerina, anguarina, son
palabras que se escucharon en 1900, y dos siglos atrás.
Otra
particularidad que hacía que los trajes se diferenciaran fue el clima, ya que
prendas utilizadas en Extremadura, es raro verlas en Castilla, o al revés. Por
el contrario en el vestuario masculino, es donde la profesión caracteriza mucho más que la región, si pueden verse prendas de pastor en Castilla y en Europa, prácticamente iguales.
La revolución lenta del vestir se ve rápidamente influida pasada la primera guerra europea, que produce un cambio radical en fibras y hechuras, haciendo casi desaparecer por tanto aquellos toques de la etnografía que definían y caracterizaban una región determinada.
Ortega y Gaset, en 1933, decía "Raro será el sitio donde el pueblo no sienta ya como disfraz su traje popular".
Esto quiere decir que ya entonces, hace más de medio siglo, lo tradicional había quedado como reliquia:
Para realizar este blog hemos buscado documentación sobre el vestido tradicional en Burgos y cierto es que al final es un poco decepcionante dada la escasa documentación y pobre bibliografía sobre el mismo, pero con toda la documentación recopilada vamos a representar en miniatura varios trajes de Burgos y provincia, ya que como en otras regiones los modelos y diseños varían según la comarca, porque no todo el mundo se ha vestido igual , asi como no en todos los lugares tienen exactamente las mismas costumbres, tampoco tienen exactamente el mismo traje.
Además, hay que decir que en la época se hacía distinción entre los trajes de fiesta y los de trabajo. El de trabajo era para el día a día y el de fiesta era el más caro y sólo lo utilizaban para ocasiones especiales, fiestas o los domingos.
PRENDAS COMUNES
A TODOS LOS TRAJES FEMENINOS
1.- CALZADO: El
calzado usual de la provincia de Burgos iba desde la alpargata abierta (de
cintas) a la abarca de piel dura de vacuno sin curtir. También para fiestas se
usaron botas de tacón de carrete con varios botones en el costado; y por último
pueden verse ya los zapatos de trabilla, de tacón muy bajo y confeccionado de
tela o piel negra.
2.- MEDIAS: La
media, en general las usaban de varios colores entre ellos el azul, los días de
fiesta eran blancas.
3.- LA CAMISA: La
camisa se confeccionaba en general con lino, cerrándose en el cuello por dos
ojales, para pasar una botonadura de
lino o metálico; llevaba frunces tanto delante como detrás, dando holgura a la
prenda, que en muchas ocasiones tenía pechera y puños adornados con labor de
crucetilla y de filtiré. Estaba abierta por delante pero cerrada desde
aproximadamente la punta del esternón; las mangas arrancaban del hombro muy
fruncidas para darlas anchura y terminar también muy fruncidas en el puño,
recogiendo la holgura de la misma; el puño se cerraba con botón de lino o
redondo metálico. Esta camisa se denominó en la Corte de Madrid en el siglo XIX
“Burgalesa”.
4.-FALDA: Suele ser
roja, ya que ese era el color más fácil de conseguir en el siglo XVIII.
5.-DELANTAL: De
terciopelo y puede ir del verde oscuro, al negro o al azul marino, depende de
la zona de donde sea el traje.
6.-JUBÓN: Es la
prenda exterior femenina que cubre desde los hombros hasta la cintura tiene mangas
y es ajustado al cuerpo.
7.- EL MOÑO: Aún
cuando no es una prenda de vestir, sí es una característica general de la mujer
burgalesa. El moño de picaporte que se utilizó hasta mediados del siglo XX en
que comenzó a utilizarse el moño llamado de rodete que aún hoy puede verse en
las señoras de edad de nuestra provincia.
El
moño de “picaporte” necesitaba para ser perfecto una melena de unos 80 cms. de
largo, la cual se trenzaba en horizontal a guisa de tejido de cesta con 14
guías de pelo; una vez trenzada se unía el final con el principio ajustándolo
en el centro con dos o tres guías de pelo simplemente retorcido formado el
clásico “picaporte”.
8.- CUBRECABEZAS: En
general las mujeres siempre, por lo menos para salir a la calle, llevaban la
cabeza cubierta. Por ser varias las prendas que se utilizaban, las iremos
señalando en cada uno de los trajes particulares.
9.- PELERINA: es la
prenda de abrigo que las mujeres llevaban sobre los hombros y que cruzándose
por el pecho podían atarse en la parte de atrás. Puede ser de uso normal de
lana o de lujo que puede estar confeccionada en telas más lujosas con aderezos
y adornos de pasamanería y puntilla negra.
10.- ADEREZOS: Aún
cuando se habla continuamente de la sobriedad castellana en cuestión de
aderezos, Burgos los ha utilizado abundantemente, llevando multitud de
collares, aderezos y pendientes largos, variando claro está, la riqueza de
ellos en relación con la capacidad económica de la que lo usa. La piedra
característica era el coral y también la plata mate y azabaches, tiras de
terciopelo con relicarios o guardapelos.
11.- CHAMBRA: Es
vestidura corta a modo de blusa, con poco o ningún adorno que usan las mujeres
sobre la camisa. Cerrada hasta el cuello de diversos colores, siendo el negro
el más abundante. Aparecen sin embargo, con adornos de abalorios negros,
encajes y bordados. Son ajustadas al talle saliendo de la cintura un pequeño
vuelo.
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PRENDAS COMUNES
A TODOS LOS TRAJES MASCULINOS
1.- CALZADO: Alpargata
abierta de cintas o abarca
2.- MEDIAS: Azules
o blancas
3. CAMISA: Debe de
ser de lino o algodón blanco con pequeñas solapas, teniendo dos ojales en el
cuello para pasar una especie de gemelo metálico. Deben tener frunces en la
delantera, en la espalda, en el nacimiento de la manga y en el puño. Se puede
adornar la tira de la botonadura con bordados a punto de cruz, en hilo blanco
con dibujos muy simples. Puede tener en la pechera frunces o lorcitas pequeñas a cada lado. La
camisa debe ser abierta hasta el vientre y al final de esta abertura lo
habitual era que aparecieras las iniciales del dueño bordadas en hilo claramente diferenciadas. No utilizar
puntillas ni en pechera ni en puño, ni en ningún lado de la camisa.
4.- CUBRECABEZAS:
Lo primitivo del siglo XIX fue llevar la cabeza cubierta con un pañuelo hasta
que posteriormente se sustituyó habitualmente por la boina; se señalan a
continuación las prendas que pueden caracterizar más al burgalés, aparte de la
boina.
5.- SOMBRERO: De
ala ancha con el burbuquejo saliendo del centro del ala. Puede ir adornado con
cinta roja.
6.- GORRO PELLEJERO: Confeccionado
con pieles diversas: oveja, conejo o incluso zorro.
7.- SOMBRERO DE VELLUDO: es
el que lleva el Gigantillo, uno de los más representativos de la comarca. Los
dos pompones debe ir en el costado izquierdo.
8.-MONTERA: El
gorro que más reiteradamente aparece en las litografías del burgalés del siglo
XIX es la montera redonda con reborde cortado en onda en el costado izquierdo y
bordeado todo el gorro con galón.
9.- PANTALON: Debe
ser calzón corto hasta cubrir la rodilla y sin bragueta. Van abiertos por los
costados y se cierran con una trampilla. Deben estar confeccionados en sayal o
tejidos toscos de lana negra o marrón. Se cierran a cada lado de la cintura y
en las rodillas, con cuerdas de sayal terminadas en borlas o con botones
grandes colgantes.
10.- FAJA: Sujetando
el pantalón y la camisa, y siempre debajo del chaleco se usa la faja, la cual
se puede confeccionar de varios colores: las más corrientes son negras o
azules, siendo también admisibles las rojas e incluso blancas. Llevan flecos en
ambos extremos, del mismo material que
la faja, es decir, de lana. Algunas veces uno de sus extremos se deja colgar
ligeramente en uno de los costados. En el centro, se lleva un pañuelo moquero
que se deja ver ostensiblemente por lo menos una de sus puntas.
11.- LAS ALFORJAS: Esta
prenda ha sido utilizada constantemente por el hombre y es un gran bolsillón
doble de lana tejida con dos colores, blanco y marrón y es una de las prendas
más características de Burgos, por lo que debe incluirse en el prototipo
burgalés. También confeccionaban los famosos jalmeros burgaleses las de color rojizo,
con iniciales v bordadas.
Estos son elementos fundamentales del traje de Burgos sin los
que el traje perdería el calificativo de burgalés.
Desde hace unos años en
esta recuperación del traje para los bailes regionales, se intentan respetar
los materiales utilizados pero su forma de elaboración ha ido variando y
adaptándose a los tiempos, y las asociaciones de danzas pretenden recuperar
esta variedad de trajes burgaleses, y cada una tiene su traje típico procedente
de cada zona de Burgos.
Bueno pues con toda esta documentación e información recogida,
les mostramos muñecos en miniatura, pero con todo lujo de
detalles, a pesar que miden unos 43 cm. de
altura, que representan los diferentes trajes de Burgos y provincia
Así, en este blog podemos ver las réplicas exactas, pero en tamaño mini, del traje de Ribera, o del de la Sierra, y un
largo etcétera, que poco a poco iremos exponiendo.
VOCABULARIO UTILIZADO:
ABALORIO.- Del árabe Al-Balor. Cristal, conjunto de
cuentecillas ensartadas con las que se hacen adornos y labores.
ALMILLA, ARMILLA.- Primitiva prenda militar que al entrar en
desuso se confundió con la Armilla, que en la sierra de Burgos es un jubón sin
mangas, ajustado al cuerpo con cordones. De uso femenino.
AMENGO.- Peal confeccionado con piel de oveja esquilada.
AZABACHE.- Variedad del lignito de color negro oscuro y
susceptible de pulimento. Usase para hacer botones y dijes y otras obras de
adorno.
BASQUIÑA. VASQUIÑA.- Saya negra por lo común, que usan las
mujeres sobre la ropa interior para salir a la calle, conjuntándolo con el
gonete o sayuelo.
BAYETA.- Tela de lana floja y poco tupida.
BEATILLA.- Especie de lienzo ralo y delgado.
BURIEL.- Paño basto que vestían los pobres, de color entre
negro y leonado.
CAMBRAY.- Especie de lienzo blanco sutil.
CAMALOTE.- Tejido fuerte e impermeable que se hacía con pelo de
camello o con el de cabra, mezclado con lana.
CORAL.- Secreción caliza de forma arborescente que se forma en
el mar. Se emplea en joyería pulimentado. Es de color rojo o rosado.
CORDELLATE.- Tejido basto de lana.
CORPIÑO.- Almilla o jubón sin mangas, de uso femenino.
COS.- Corpiño interior femenino, equivalente al jubón masculino
hasta el siglo XVI.
COTILLA.- Ajustador que usaban las mujeres, hecho de lienzo o
seda y de ballenas.
DAMASCO.- Tela fuerte de seda o lana, con dibujos formados con
el tejido.
DIJE.- Cualquier adorno, joya, relicario o alhaja pequeña.
DESABILLÉ.- Del francés deshabillé, traje de mañana. Galicismo.
Traje más o menos sencillo para estar en casa.
ESCARLATIN.- Tela de lana de color carmesí.
ESCARPIN.- Calzado interior de estambre que se coloca entre la
media y el calzado.
ESCUSALI.- Equivalente a Excusalí. Delantal pequeño.
ESTAMEÑA.- Tejido de lana sencillo y ordinario que tiene la
trama y la urdimbre de estambre.
ESTOPA.- Parte basta del lino o del cáñamo que queda después de
la alrota en el rastrillo.
FUSTÁN.- Tela gruesa de algodón con pelo por una de sus caras.
GONETE.- Sayuelo probablemente más corto.
GRISETA.- Cierto género de tela de seda labrada con dibujos
menudos.
GUARDAPIÉS.- Especie de falda suelta que usaban las mujeres
como prenda exterior.
JOEL JOYEL.- Joya pequeña.
JUBÓN.- Hasta el siglo XVI prenda interior masculina, sobre la
camisa y bajo el vestido. A partir del siglo XVI prenda exterior femenina que
cubre desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo.
JUSTILLO.- Prenda ajustada, interior, sin mangas ni hombreras,
que ciñe el cuerpo y no baja de la cintura. Especie de corsé ajustador.
LEONADO.- De color rubio oscuro, semejante al pelo de león.
LISTÓN.- Cinta de seda de menos de dos dedos de ancho.
MUSCO.- De color pardo oscuro.
PARDILLA.- Del paño, el más basto, grueso y tosco, de color
pardo, sin tinte.
PEAL.- Prenda de abrigo para los pies, hecha frecuentemente de
sayal de 0,5 m2, que se ponía entre la media y la abarca.
REBOZO REBOCIÑO.- Mantilla o toca corta que va ceñida a la
cabeza de las mujeres, para cubrirse en caso necesario el rostro.
RIBETE.- Cinta con que se guarnece y refuerza la orilla del
vestido o calzado.
SAYA.- Falda que usan las mujeres, a partir del siglo XV; se
ponía sobre la ropa interior o sobre prendas semi-interiores, como corsés,
corpiños y faldillas. Hasta ese siglo fue vestido de hombre.
SAYAL.- Tela muy basta y sin tinte, hecha con pura lana churra.
SAYO.- Prenda exclusivamente de hombre a partir del siglo XV.
También llamada sayón, sayete y sayo alto. Tiene forma de casaca hueca, larga y
sin botones.
SAYUELO.- Equivalente a Gonete. Prenda corta femenina que cubre
busto y cadera. Puede ser con mangas anchas, angostas, y se adorna con picadas,
cuchilladas y ribetes. También hubo sayuelos de piel.
SERAFINA.- Tela de lana como bayeta, más tupida y abatanada,
adornada con variedad de flores y otros dibujos.
SEMPITERNA- Tela de lana basta y muy tupida.
TAFETAN- Tela delgada de seda, muy tupida.
TOCA.- Prenda de tela de diversas hechuras, según los tiempos,
países y costumbres, propia para cubrir o adornar la cabeza. Suele estar
confeccionada de beatilla.
BIBLIOGRAFIA:
- El vestir burgalés, de José María González Marrón
- Indumentaria española, de Carmen BERNI.
- Niveles de fortuna y de cultura en Burgos en la segunda mitad
del siglo XVIII, de Magali PENSIER.
- Revista de
folklore
- Diario Norte de Castilla
- Recortables de Alfonso Díez Ausín
Al final de este blog podemos pinchar un enlace que nos llevará directamente a ver un video del baile de la Jota de Burgos que como todos los años se bailó en el final del festival de las marzas 2013, donde se puede observar el despliegue de vestuario tanto femenino como masculino de Burgos y provincia.
Porque seguro que puedes aportar algo interesante con tu opinión o algún dato que conoces