Al amanecer del día 3 de Febrero, fiesta de San Blas, dianas, interpretadas por la Banda municipal de la localidad dedicadas a los cofrades de la Cofradía de San Blas, que tradicionalmente ha sido la organizadora de esta fiesta, y también a las autoridades de la villa; a las once de la mañana misa solemne a la que acude todo el pueblo, especialmente los mozos y mozas, luciendo sus vistosos trajes pozanos típicos. Uno de los mozos lleva un ramo portando precisamente los animales que más tarde serán sacrificados.
Terminadas las ceremonias religiosas, los mozos recorren emparejados las calles de la localidad salinera suscitando la alegría festiva por donde quiera que pasan.
Luego se hace un alto en la fiesta para comer, tras de lo cual llega el momento culminante. Los vecinos del pueblo, los visitantes y curiosos se han ido agrupando en la Plaza Mayor y los chicos ocupan lugar preferente en el círculo o corro que se va formando. Los balcones y ventanas de las casas colindantes se van abriendo para poder presenciar el desarrollo de la fiesta.
A lo lejos empieza a sonar la música que se acerca interpretando unos sones que sólo se escuchan en Poza en esta ocasión, en esta fecha de San Blas. El alguacil, a duras penas, logra que los asistentes formen el corro lo suficientemente grande para que todos puedan presenciar el espectáculo. Al escucharse la música que está ya próxima, hace su entrada en la plaza el ramo con las aves o conejos que van a ser sacrificados.
Apoyadas en el brazo de sus respectivos mozos, hacen acto de presencia las mozas, que realzan su normal belleza con el atractivo traje típico pozano, que hemos descrito anteriormente.
En su mano derecha llevan los mozos una brillante espada que en su empuñadura luce un rosetón de cintas de mil colores que caen casi rozando al suelo.
Uno de los pollos se coloca sujeto en el suelo y uno de los mozos pide permiso a las autoridades y comienza a bailar al son de la música de la danza del "Escarrete", siempre en torno al pollo o del conejo y siempre sobre un solo pie, con la espada en la mano derecha y la otra mano sobre la cadera, hace el simulacro de que mata al animal, sin embargo ese cometido queda reservado para la moza, que forma pareja con él, a la que cede la espada con una reverencia. La moza debe bailar también al son de la danza, con un solo pie, alrededor del gallo (o conejo) al que debe desjarretar, cortándole la cabeza. Según algunas opiniones no se le debe cortar la cabeza, sino las extremidades, las patas, pues eso es precisamente lo que significa "desjarretar", cortas las patas por el jarrete. También significa debilitar, dejar sin fuerzas a uno. Cada pareja debía desarrollar el mismo ceremonial y desjarretar su correspondiente gallo, gallina o conejo por turno.
Los pollos, uno a uno, han ido pasando del ramo o pendón adornado con una cabeza de dragón, al suelo donde han sido desjarretados, entre los aplausos de los circunstantes.
Pero para recibir los aplausos cada mozo o moza tenía que ejecutar su cometido como estaba mandado, con la espada en su mano derecha y la otra mano sobre la cadera, bailando al son de la danza sin interrupción siempre sobre un solo pie, siempre sobre el mismo y en torno al animal que estaba en el suelo y desjarretarlo a un máximo de tres golpes. En caso contrario recibía la rechifla de la concurrencia que así manifestaba su desaprobación. Podríamos decir que se trataba de una ceremonia o faena que debía realizarse con toda exactitud, como la lidia de un toro, como la ejecución de una de las suertes del toreo, pero con otros animales.
Normalmente actuaban doce parejas que sacrificaban doce animales, aunque también podían ser menos.
Cuando todas las parejas habían actuado y ejecutado su turno, bailaban formando corro una jota castellana y un pasodoble dentro del círculo formado por el público que contempla el espectáculo.
El acto duraba una hora aproximadamente. Una hora que a los pozanos les trae la añoranza de sus antepasados que en tal fecha, en este mismo lugar, en el Conjuradero, celebraban esta misma costumbre ritual y esta fiesta hace cientos de años.
La fiesta termina, pero en ese mismo momento comienza a prepararse la del año próximo. Pues los jóvenes que deseen participar empiezan a solicitarlo a las autoridades al terminar ésta.
De esta forma se mantiene la ilusión, la esperanza y también la preocupación por intentar emular y superar a los antecesores.
Después viene lo típico de las romerías: música y baile, mientras con los animales sacrificados se organiza una merienda en la que participan los mozos y las mozas que han sido protagonistas de este rito, costumbre, tradición, fiesta y romería.
Y luego todo llega a su final cuando se guardan las antiguas espadas toledanas y los tradicionales trajes típicos que se han lucido espléndidamente, para tenerlos a punto para el año siguiente, un año más para que la cadena no se rompa.
Por razones de participación popular, la Cofradía de San Blas en colaboración con la Comisión que se encarga de organizar los festejos decidieron en su día celebrar esta fiesta del "Escarrete" el primer domingo de febrero, con lo cual la concurrencia aumentó considerablemente.
Como todas las cosas, esta fiesta sufrió una crisis durante la cual estuvo interrumpida casi tres lustros durante los cuales la fiesta decayó hasta el punto que estuvo en trance de desaparecer, pero volvió a reanudarse su celebración con nuevos bríos e ilusiones hacia el año 1974 y siguientes. Los pozanos, que son los protagonistas de esta fiesta, para organizar ésta u otra no necesitan más que un motivo o razón poderosa que les impulse a ello, porque lo demás o lo tienen o se lo inventan.
Tienen siempre buen humor. No es pueblo el pozano que críe rencores y para la juerga, como para el trabajo, los pozanos saben estar siempre unidos. Las mujeres, alegres y que nunca se echan atrás, son las primeras colaboradoras con sus posibilidades y la gracia tan peculiar de las pozanas para que esta fiesta, como otras muchas típicas que celebra el pueblo a lo largo del año, no desmerezcan de la herencia de sus antepasados.
De siempre hay en Poza un vinillo chacolí, propio del país que también contribuye al éxito de la fiesta.
Tienen buenos músicos y finos cantores. Los primeros están siempre dispuestos con sus instrumentos de viento para colaborar a la brillantez de las fiestas. Los músicos están integrados en una Banda Municipal que es veterana y rodeada de una fama ganada a pulso, debida a su calidad musical.
Y, por si fuera poco, Poza de la Sal es un rincón geográfico peculiar y característico, muy pintoresco con sus empinadas calles empedradas y sus casas antiguas, que lo constituye, por sus condiciones ambientales, como el escenario cabal para el desarrollo de estas costumbres y este folklore que allí se han conservado como un tesoro popular.
Los medios informativos han contribuido a dar a conocer esta peculiar fiesta y costumbre de Poza en esta nueva etapa en la que parece alcanzar un nuevo esplendor popular