47.- DANZANTE DE SANTA CRUZ DEL VALLE URBIÓN


Los danzantes representan los bailes autóctonos de Santa Cruz del Valle Urbión desde tiempos inmemoriales.

Actualmente, la tradición sigue pasando de generación en generación gracias a la pasión por este patrimonio cultural de algunos vecinos de esta localidad, que con dulzaina, caja, y mucha paciencia... mantienen viva esta tradición.

No dejemos que caiga en el olvido.


Tronco:
Camisa blanca.

Caderas:
Pantalón oscuro largo y desde 1980 blanco.

Piernas:
Calcetín blanco con zapatillas blancas y cintas rojas.

                
Aderezos: 
Dos cintas anchas de distinto color, cruzadas por el pecho y espalda; las sujeta en la cintura la faja y cuelgan por los costados unos 30 cm.
Una cinta roja en cada brazo
Una cinta a modo de fajín en la cintura, y desde 1980 la faja es roja.
             
LA DANZA DEL MUERTO
Como en el resto de la zona del alto Tirón, la Danza en Santa Cruz del Valle Urbión se regula en torno a nueve muchachos: ocho danzadores y un cachibirrio

La Danza supone un fenómeno cultural, social y antropológico de primer orden. Su conservación en una localidad de las dimensiones de Santa Cruz del Valle Urbión, habla del papel fundamental que sigue teniendo en las celebraciones festivas, sobre todo en las de Acción de Gracias, donde todo el pueblo celebra la consecución de una buena cosecha y se felicita por ello. Los danzadores ofrecerán con su esfuerzo renovado las gracias por el mantenimiento de la generosidad de la Naturaleza.

En el día grande de las fiestas, los danzadores escoltan, en una comunión entre el esfuerzo y el alma, a la Virgen del Rosario, imagen, símbolo y trasunto de la Madre Tierra. Al día siguiente, en eterna conexión con el pasado secular de esta manifestación, los danzadores representan una vez más los antiguos menesteres con la danza de los oficios, además de otras danzas del acervo popular y culto, las pasadillas, la cascabelada y una danza en la que se conjugan la cruda realidad con el dulzor de los deseos: la Danza del Muerto.

Esta manifestación con matices teatrales, es la representación del asesinato de un viejo noble y malhechor a manos de sus vasallos. El noble muerto, remedo del antiguo señor de Santa Cruz y Riocavado, Conde de Echauz, es en la danza el cachibirrio, a la vez director y "casi birria" de la Danza, el señor de tierras y el opresor de vasallos de la ficción. Por su parte, los siervos serán los ocho danzadores, que representan a los serranos antiguorregimentales, ocho varones, ocho cabezas de familia, que simbolizan con su actitud el deseo de todo un pueblo: la venganza de Santa Cruz sobre su señor, el ajuste de cuentas de antiguas imposiciones, la contestación frente a los privilegios señoriales, los impuestos abusivos, el derecho de pernada, en resumen, el enfrentamiento entre la justicia y la injusticia. La Danza como reflejo de la Vida, la equiparación del cachibirrio con lo malo, la de los danzadores, con lo bueno.

Sin embargo, el final de la Danza del Muerto devuelve las aguas a su cauce, al estado de cosas inamovible y persistente en el tiempo hasta llegar a nuestro pasado reciente. El cachibirrio-conde resucita (si es que alguna vez estuvo muerto y no tan sólo fue el deseo de sus vasallos quien le dio por tal) tras la muerte causada por los palos-cuchillo de los danzadores-vasallos. La música del oficiante-gaitero de esta escena, devolverá mediante tonos armónicos y reiteradamente fraseados a los danzadores-serranos al viejo orden, a la sujección secular, a la inmutabilidad de los tiempos...